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A Celia ya le han pedido lo que a los niños bilingües o a los perritos con la patita delantera: que haga el truco para ellos. En esta temporada de bodas, a la asturiana ya le han sugerido que repasara los estilismos de la fiesta en un vídeo. "La novia de la última me decía que sería graciosísimo, pero no, no. Hacemos algún comentario entre los más cercanos o cuando voy de tiendas bromeo con mi madre, pero ya. Yo de eso me escabullo".
Lo que a ella, médico de profesión, no se le escapa es una alfombra roja. En Los Ángeles, en París o a las afueras de Madrid, a Celimonde no se le escurre un "bragatanga" delictivo (ropa interior a la vista), un botín "farruquito" (puntiagudo), un zapato "croquetero" (coquette, o sea, con lacitos) o un look de "Virgen María frescachona" (un vestido con capucha, raja en la pierna y aberturas sobre los costados). Un filtro recorta los ojos y labios de Celimonde y los pone a flotar por la pantalla mientras los invitados se suceden en un photocall. Actores con solapas setenteras y cantantes con uñas arácnicas envueltas en encaje desfilan bajo su criterio. "Empezó como una coña. Yo tenía mi cuenta de TikTok personal donde no subía vídeos, pero me lancé a hacerlo de un momento para otro, sin meditarlo. Empecé a hablar de cosas de la tiendas que no me gustaban porque de golpe llegó mucha moda de los 2000. Después empecé con los looks de las alfombras rojas y comenzó de diversificarse. Lo llevaba en secreto desde el principio porque me daba vergüenza. No pensé que fuera a tener más recorrido. Luego se lo conté a algunas amigas íntimas y a mi familia. También se han ido enterando porque les han llegado mis vídeos, como a una de mis mejores amigas, y me han reconocido por la voz o las expresiones. Ahora me da más apuro que antes".
La curiosidad por la moda la sembró su hermana. Ella, aclara, no guarda ninguna relación profesional con el sector. A sus 33 años, trabaja en un hospital de Oviedo. "Pero me gusta desde siempre. Mi hermana era mayor que yo y siempre habíamos estado interesadas. Cuando ella era adolescente, yo era una niña y los números de Cuore entraban en casa cada semana. Leí toda la época de las celebrities de los 2000: Kate Moss, Sienna Miller, Nicole Richie. Pero no me verás nunca hablar del físico de los famosos o de sus hoyitos por la piel de naranja. Yo solo comento cómo hacen el mamarracho". No es tampoco lo que buscan sus seguidores. Ellos, si no se equivoca, anhelan un rato de descompresión. La crítica va hacia afuera porque tiene punto de despegue en el interior. En sus vídeos, Celia también raja de aquello de lo que ella misma peca. "Me río del fast-fashion, pero yo soy la primera que lo consume". El anonimato, de hecho, activa cierto nivel de catarsis. "Hablo de lo que seguramente piensa mucha gente sobre las tendencias, la industria de la moda, las marcas, las influencers. Supongo que hay un sarcasmo y una visión crítica que gusta. Pero no lo preparo ni lo guionizo. Muchos me escriben para decirme que soy 'como mis amigas y yo tomando un café mientras hablamos de María Pombo'".
En su lista de favoritas, Juana Acosta, Laura Ponte o Marta Ortega, "que tiene un punto lacio y un porte aristocrático y sobrio que me gustan". En la de sus preferidos, Juan Avellaneda ("aunque si fuera chico yo no me pondría lo que él lleva") y Tomás Páramo, que "en eventos y en boda va siempre impecable". Entre sus seguidores, Juan Duyos, Toni Acosta, Aldo Comas o Roberto Diz. "Muy puntualmente alguna influencer me ha puesto un comentario y por privado me han escrito. Me ha parecido la bomba hablar con gente a la que admiro o seguía, con profesionales del sector. Pero nunca me han increpado ni pedido que borrara algo".
Los comentarios que recibe suelen ser agradables. Solo se agría el buzón de entrada cuando el protagonista de su contenido es más frecuente en la pantalla pequeña que en la grande. "Coincide con que sus fans no comparten mi forma de ver la moda o a las famosas, sino que son personas que dan con mi vídeo por azar. A veces rezuman hate. Cuando he hablado de Georgina Rodríguez, por ejemplo, me llegan muchos más mensajes negativos de lo habitual. No sé si es algo aspiracional, pero son chicas muy fanáticas del personaje. A mí me sorprende que se pueda hablar de forma crítica de lo que lleva una superactriz y eso no genera ninguna malestar, pero con personajes como Georgina, Tamara Gorro o Cristina Pedroche sus seguidores se remueven muchísimo. Algunas dicen eso de que 'es increíble que sigamos a estas alturas cristicándonos entre mujeres', pero no es tan socorrido. Sí que me han tildado de envidiosa. Yo puedo hablar de la ropa de quien quiera, hombre o mujer. Solo es mi forma de ver las cosas. Pero yo no hago comentarios sobre el físico. Que se pongan lo que les dé la gana".
Todos, parece, últimamente andan infectados del mismo virus que hace unos años infectó a Harry Styles. Su estilista "ha hecho muchísimo daño. Unos tras otros se hacen los modernos, cada cual con el pantalón más ancho. No parece que vayas a tener tanto tirón si vistes con un esmoquin clásico. Tengo la sensación de que se fuerzan y disfrazan para figurar. Pierden la naturalidad y la personalidad. Si uno llevara un traje clásico o esmoquin, sería el más diferente".
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